* * *
Bajaba por el
haz de conexión como un rayo de luz. El ciberespacio se extendía frente a él,
visto desde arriba no parecía tan impresionante. Podía observar las cuadrículas
desde su posición y las construcciones que las rellenaban con figuras en
algunos casos irreales; en otros fieles reproducciones de la entidad física a
la que representaban. Veía también otros puntos viajar entre ellos, algunos
descendían como él, todos ocupados como hormigas yendo a un lado u otro.
Cuántos de ellos irían para realizar algo ilícito, no podría saberlo pero se
imaginaba que quién más o quien menos estaría cometiendo algún tipo de falta.
Se imaginaba cuántos de ellos habrían robado alguna contraseña alguna vez para
entrar en alguna página restringida y si se la habría proporcionado él. También
se preguntaba cuantos intentos de netrunner estarían afanándose en piratear
algún sitio web con su patética consola de niño consentido.
Él sin embargo era un veterano, un netrunner
experimentado, un hacker con muchas intervenciones a su espalda. Solía
compararse con esa gente y referirse a sí mismo, cuando era más joven como un
dios para ellos. No en vano se puso hace años el alias de Red en un arrebato de
egocentrismo infantil, aunque eso fue hace mucho tiempo, una eternidad y optó
por otro nombre menos presuntuoso aunque también cargado de significado, Red,
ya que aunque solo tenía 28 años, llevaba más de 15 navegando por el ciberespacio.
Cuando empezó sólo tenía un módem de marcación por pulsos y un antiguo
ordenador personal; ni siquiera existía el ciberespacio tal y como lo conocía
hoy. Cometió su primera intrusión cuando tenía sólo 15 años. Le llevó toda una
noche burlar la seguridad del sistema y consiguió extraer información muy
delicada de la por entonces pequeña Corporación Gibbons. Nada especialmente
importante, sólo una cadena incompleta de números de cuentas bancarias no
demasiado legales en algún paraíso fiscal. Sin embargo, dada su inexperiencia,
dejo un rastro que aunque muy sutil, fue suficiente para que los netrunners de
la Corporación consiguieran dar con él y enviar a unos hombres para hacerle
llegar un mensaje.
Pero eso fue hace mucho tiempo y ahora un tipo
diferente, más experimentado. El ciberespacio era como una segunda piel y allí
residían todos sus amigos. Aunque hoy era todo diferente, hoy iba de caza. No
sabía que tocaba hoy, puede que un banco, una corporación o quizá se dedicaría
a trastornar las comunicaciones de alguna empresa de telefonía. Deambularía por
la red central de Night City hasta encontrar algo que le apeteciera. Al fin y
al cabo, era *casi* el amo del lugar. Finalmente vio algo que le gustó. Se
detuvo frente a la sede en el ciberespacio de la Corporación Gibbons y quiso
recordar viejos tiempos.
Rodeó la sede y activó los programas de rastreo.
Unas gafas poliédricas se crearon a la altura de los ojos de su avatar y
comenzó a buscar un punto débil en el código fuente que hacia de muralla
exterior. Le llevó un rato pero lo encontró; camuflado como una rejilla de
alcantarillado junto a la estructura, se encontraba una puerta oculta. Era hora
de pasar a la acción, creó un pequeño programa sobre la marcha que le permitió
generar una rutina de desencriptación necesaria, con la forma de una palanca.
Con el tiempo aprendió a pensar en términos del ciberespacio y veía que
programar tomando como referencia objetos físicos que se adecuaran a la tarea a
desarrollar lo hacía todo más fácil.
Así fue, introdujo la palanca en la rejilla y rápidamente tuvo un punto de entrada; se había saltado la contraseña. Sabía que tenia que actuar rápido a partir de ese momento. Se dejó caer y al momento se encontró en un sótano; una especie de trastero a raíz del desorden de información que estaba encontrando. Documentos antiguos, citas y operaciones de hacía años era todo lo que componía la habitación donde se encontraba así que dedujo que debía tratarse de algún tipo de servidor en desuso o de salvaguarda de datos. Fuera lo que fuese, no le interesaba lo más mínimo así que debía avanzar a otro nivel. Ejecutó un programa de gusano y fue avanzando rápidamente entre las diferentes secciones del sistema, buscando material más jugoso. Tuvo que reconocer que todo estaba muy bien montado. Habían empleado un dineral en que todo pareciera casi real; incluso tenía una pequeña Multitud que poblaba la realidad virtual del sistema. La gente paseaba por los pasillos del edificio y hablaba entre sí. Los mas avispados incluso lo saludaban como uno más.
Sin embargo, no podía dejar de tener la sensación de
sentirse vigilado. A veces notaba que alguien lo observaba, pero cuando se
giraba allí no había nadie más que él y la realidad virtual. Pronto la
sensación desapareció como vino, cuanto más se adentraba en el sistema más solo
se encontraba. Y así llegó hasta un nivel superior y tras una puerta con un
gran rótulo que anunciaba "SOLO PERSONAL AUTORIZADO" se deslizó como
una sombra.
Todo iba como la seda. Códigos de seguridad, pasar
desapercibido y nada más. Aunque lo que encontró tras la puerta lo puso sobre
alerta. Una habitación vacía, de un blanco nuclear se extendía ante él. «¿Quién
eres y que haces aquí?», resonó una voz de mujer en su cabeza. «No se su
pone que debas estar aquí, vete», repitió la voz. «Debe ser algún tipo de
alerta automático, será mejor que me de prisa, no merece la pena que me pillen
aquí. No es posible que toda esta habitación esté aquí, vacía y que hayan
creado todo esto para nada. Aunque podría ser que la intimación y los archivos
estuvieran camuflados.» Saco de su bolsillo un bote de spray de pintura y lo
roció frente a él. Al momento un puñado de archivos aparecieron manchados por
la pintura revelando jugosa información que seguro podría aprovechar de algo.
Al desaparecer el camuflaje también quedó algo más
al descubierto. El sistema de seguridad también disponía de un sistema para
ocultarse. Un enorme perro de ojos rojos lo observaba desde detrás de un montón
de archivos y al quedar a descubierto se abalanzó contra el hacker lanzando
dentelladas salvajes. Rápidamente activó sus defensas; al momento una armadura
que podría haber salido de cualquier película de ciencia ficción se interpuso
entre los terribles dientes de la criatura y el brazo izquierdo del netrunner.
Un filo incandescente se generó en la mano del hacker y atravesó el cuerpo del
animal, descomponiéndose inmediatamente. Se giró de inmediato, buscando la
salida, pero había desaparecido. Estaba encerrado en esa infinidad blanca
nuclear. Y allí, de pie, en mitad de la nada, se encontraba ella.
Era una imagen velada de una muchacha. Se encontraba
de espaldas a el, justo delante de un punto de luz que juraría no estaba allí
antes la última vez que miró. La chica no parecía haber reparado en él así que
decidió acercarse a ella con cautela. La muchacha permanecía rígida mirando el
punto de luz, como si no existiera nada más en el mundo que eso. Red se quedó
observándola durante un instante, junto a ella pero no movió un músculo. La
chica levantó una mano y acercó un dedo al punto de luz que parpadeó un
instante. El netrunner observó el punto con interés, parecía haber algo en él;
casi podía ver algo en su interior cada vez que emitía un pulso. Volvió a
mirarla y sus ojos se cruzaron, los de ella de azul incandescente, brillantes
como las luces de neón, lo miraba con despreocupación. Lentamente dirigió uno
de sus dedos a la boca del hacker en un signo de que guardara silencio y con
sus ojos señaló un punto a su espalda. Red se giró y vio como varios programas
de defensa del sistema estaban integrándose en ese mismo espacio en blanco; le
estaban buscando a él... ¿o puede que a ella?
Volvió a buscarla, pero no la encontró. El punto de
luz seguía pulsando incesantemente y fue a verlo más de cerca. Casi podía ver
lo que estaba más allá pero no tenía más tiempo y había algo más importante a
lo que atender: la seguridad del sistema se encontraba buscándole y no tenía
salida alguna por la que escabullirse. Se giró para encararse a sus oponentes,
esta vez el sistema había enviado algo más potente en su busca. Dos Perros
Guardianes y un Asesino estaban buscándole; pero al momento podía ver como uno,
dos, tres, cuatro programas más estaban a su alrededor, rastreando su
ubicación. Sin salida posible sólo le quedaba luchar, aunque no creía que
pudiera salir bien de esta, siete oponentes eran muchos y suponía que estos
irían dirigidos por otros netrunners (si bien alguno podría serlo disfrazado).
Encendió la hoja incandescente de su mano y se preparó para recibir el primer
ataque, por suerte esto no era la realidad y los programas sólo podían rastrear
a una distancia relativamente corta. El primer programa atacó y Red golpeó con
su filo a éste, que cayo convertido en un amasijo humeante de información
descompuesta.
Cuando el segundo se disponía a atacar una fuerza
invisible lo empujó hacia un lado pero Red no pudo cantar victoria. En seguida
notó como los demás programas, él incluído, empezaban a deslizarse hacia un
punto de la habitación. Por supuesto que Red sabía hacia donde iban: la pequeña
señal de luz brillaba más potente que un millar de soles juntos, tanto que el
netrunner comenzó a sentir dolor físico en sus propios ojos, mucho más arriba,
mucho más lejos de donde se encontraba en esos momentos. La luz estaba absorbiendo
todo lo que había a su alrededor hacia si, pero ¿hacia dónde?. Red intentó
sujetarse a lo primero que encontrara, pero no había donde hacerlo. Uno tras
otro, los programas fueron abandonando el sistema por un agujero y Red podía
ver como se desintegraban al atravesar el punto de luz. A él no podría pasarle
lo mismo, no iba a pasarle.
La luz emitió un último pulso y desapareció.
Silencio. El blanco entorno donde se encontraba permaneció imperturbable por un
momento que pareció una eternidad. El netrunner se quedó quieto, sentado en el
suelo perplejo por lo que había ocurrido y entonces todo se rompió. Cayó como
una exhalación a través de los niveles inferiores del sistema informático, que
se desmoronaba a su paso. Se estampó bruscamente contra el "suelo"
mientras las cadenas de información caían como una lluvia de datos luminosos a
su alrededor que se perdían al entrar en contacto con la superficie del
ciberespacio. Miró hacia arriba un momento para ver que se encontraba fuera de
la estructura de Gibbons y que parte de ella había sido desgarrada como si
hubieran demolido parte de un edificio. Frente a él volvía a estar la muchacha,
arrodillada en el suelo. Inmóvil; desvalida. Brilló un momento y
desapareció. La ciberterminal le avisó de que le estaban rastreando una
vez más. «Netwatchers, mejor será que me largue de aquí.» Desconectó la
sesión y voló por encima de los edificios una vez más.
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