jueves, 16 de agosto de 2012

III - Un Blues para Red

(Y después de un pequeño impás...)

*  *  *

   Bajaba por el haz de conexión como un rayo de luz. El ciberespacio se extendía frente a él, visto desde arriba no parecía tan impresionante. Podía observar las cuadrículas desde su posición y las construcciones que las rellenaban con figuras en algunos casos irreales; en otros fieles reproducciones de la entidad física a la que representaban. Veía también otros puntos viajar entre ellos, algunos descendían como él, todos ocupados como hormigas yendo a un lado u otro. Cuántos de ellos irían para realizar algo ilícito, no podría saberlo pero se imaginaba que quién más o quien menos estaría cometiendo algún tipo de falta. Se imaginaba cuántos de ellos habrían robado alguna contraseña alguna vez para entrar en alguna página restringida y si se la habría proporcionado él. También se preguntaba cuantos intentos de netrunner estarían afanándose en piratear algún sitio web con su patética consola de niño consentido.

   Él sin embargo era un veterano, un netrunner experimentado, un hacker con muchas intervenciones a su espalda. Solía compararse con esa gente y referirse a sí mismo, cuando era más joven como un dios para ellos. No en vano se puso hace años el alias de Red en un arrebato de egocentrismo infantil, aunque eso fue hace mucho tiempo, una eternidad y optó por otro nombre menos presuntuoso aunque también cargado de significado, Red, ya que aunque solo tenía 28 años, llevaba más de 15 navegando por el ciberespacio. Cuando empezó sólo tenía un módem de marcación por pulsos y un antiguo ordenador personal; ni siquiera existía el ciberespacio tal y como lo conocía hoy. Cometió su primera intrusión cuando tenía sólo 15 años. Le llevó toda una noche burlar la seguridad del sistema y consiguió extraer información muy delicada de la por entonces pequeña Corporación Gibbons. Nada especialmente importante, sólo una cadena incompleta de números de cuentas bancarias no demasiado legales en algún paraíso fiscal. Sin embargo, dada su inexperiencia, dejo un rastro que aunque muy sutil, fue suficiente para que los netrunners de la Corporación consiguieran dar con él y enviar a unos hombres para hacerle llegar un mensaje.

   Pero eso fue hace mucho tiempo y ahora un tipo diferente, más experimentado. El ciberespacio era como una segunda piel y allí residían todos sus amigos. Aunque hoy era todo diferente, hoy iba de caza. No sabía que tocaba hoy, puede que un banco, una corporación o quizá se dedicaría a trastornar las comunicaciones de alguna empresa de telefonía. Deambularía por la red central de Night City hasta encontrar algo que le apeteciera. Al fin y al cabo, era *casi* el amo del lugar. Finalmente vio algo que le gustó. Se detuvo frente a la sede en el ciberespacio de la Corporación Gibbons y quiso recordar viejos tiempos.
   Rodeó la sede y activó los programas de rastreo. Unas gafas poliédricas se crearon a la altura de los ojos de su avatar y comenzó a buscar un punto débil en el código fuente que hacia de muralla exterior. Le llevó un rato pero lo encontró; camuflado como una rejilla de alcantarillado junto a la estructura, se encontraba una puerta oculta. Era hora de pasar a la acción, creó un pequeño programa sobre la marcha que le permitió generar una rutina de desencriptación necesaria, con la forma de una palanca. Con el tiempo aprendió a pensar en términos del ciberespacio y veía que programar tomando como referencia objetos físicos que se adecuaran a la tarea a desarrollar lo hacía todo más fácil.
   
   Así fue, introdujo la palanca en la rejilla y rápidamente tuvo un punto de entrada; se había saltado la contraseña. Sabía que tenia que actuar rápido a partir de ese momento. Se dejó caer y al momento se encontró en un sótano; una especie de trastero a raíz del desorden de información que estaba encontrando. Documentos antiguos, citas y operaciones de hacía años era todo lo que componía la habitación donde se encontraba así que dedujo que debía tratarse de algún tipo de servidor en desuso o de salvaguarda de datos. Fuera lo que fuese, no le interesaba lo más mínimo así que debía avanzar a otro nivel. Ejecutó un programa de gusano y fue avanzando rápidamente entre las diferentes secciones del sistema, buscando material más jugoso. Tuvo que reconocer que todo estaba muy bien montado. Habían empleado un dineral en que todo pareciera casi real; incluso tenía una pequeña Multitud que poblaba la realidad virtual del sistema. La gente paseaba por los pasillos del edificio y hablaba entre sí. Los mas avispados incluso lo saludaban como uno más.
   Sin embargo, no podía dejar de tener la sensación de sentirse vigilado. A veces notaba que alguien lo observaba, pero cuando se giraba allí no había nadie más que él y la realidad virtual. Pronto la sensación desapareció como vino, cuanto más se adentraba en el sistema más solo se encontraba. Y así llegó hasta un nivel superior y tras una puerta con un gran rótulo que anunciaba "SOLO PERSONAL AUTORIZADO" se deslizó como una sombra.
   Todo iba como la seda. Códigos de seguridad, pasar desapercibido y nada más. Aunque lo que encontró tras la puerta lo puso sobre alerta. Una habitación vacía, de un blanco nuclear se extendía ante él. «¿Quién eres y que haces aquí?», resonó  una voz de mujer en su cabeza. «No se su pone que debas estar aquí, vete», repitió la voz. «Debe ser algún tipo de alerta automático, será mejor que me de prisa, no merece la pena que me pillen aquí. No es posible que toda esta habitación esté aquí, vacía y que hayan creado todo esto para nada. Aunque podría ser que la intimación y los archivos estuvieran camuflados.» Saco de su bolsillo un bote de spray de pintura y lo roció frente a él. Al momento un puñado de archivos aparecieron manchados por la pintura revelando jugosa información que seguro podría aprovechar de algo.
   Al desaparecer el camuflaje también quedó algo más al descubierto. El sistema de seguridad también disponía de un sistema para ocultarse. Un enorme perro de ojos rojos lo observaba desde detrás de un montón de archivos y al quedar a descubierto se abalanzó contra el hacker lanzando dentelladas salvajes. Rápidamente activó sus defensas; al momento una armadura que podría haber salido de cualquier película de ciencia ficción se interpuso entre los terribles dientes de la criatura y el brazo izquierdo del netrunner. Un filo incandescente se generó en la mano del hacker y atravesó el cuerpo del animal, descomponiéndose inmediatamente. Se giró de inmediato, buscando la salida, pero había desaparecido. Estaba encerrado en esa infinidad blanca nuclear. Y allí, de pie, en mitad de la nada, se encontraba ella.

Era una imagen velada de una muchacha. Se encontraba de espaldas a el, justo delante de un punto de luz que juraría no estaba allí antes la última vez que miró. La chica no parecía haber reparado en él así que decidió acercarse a ella con cautela. La muchacha permanecía rígida mirando el punto de luz, como si no existiera nada más en el mundo que eso. Red se quedó observándola durante un instante, junto a ella pero no movió un músculo. La chica levantó una mano y acercó un dedo al punto de luz que parpadeó un instante. El netrunner observó el punto con interés, parecía haber algo en él; casi podía ver algo en su interior cada vez que emitía un pulso. Volvió a mirarla y sus ojos se cruzaron, los de ella de azul incandescente, brillantes como las luces de neón, lo miraba con despreocupación. Lentamente dirigió uno de sus dedos a la boca del hacker en un signo de que guardara silencio y con sus ojos señaló un punto a su espalda. Red se giró y vio como varios programas de defensa del sistema estaban integrándose en ese mismo espacio en blanco; le estaban buscando a él... ¿o puede que a ella?

Volvió a buscarla, pero no la encontró. El punto de luz seguía pulsando incesantemente y fue a verlo más de cerca. Casi podía ver lo que estaba más allá pero no tenía más tiempo y había algo más importante a lo que atender: la seguridad del sistema se encontraba buscándole y no tenía salida alguna por la que escabullirse. Se giró para encararse a sus oponentes, esta vez el sistema había enviado algo más potente en su busca. Dos Perros Guardianes y un Asesino estaban buscándole; pero al momento podía ver como uno, dos, tres, cuatro programas más estaban a su alrededor, rastreando su ubicación. Sin salida posible sólo le quedaba luchar, aunque no creía que pudiera salir bien de esta, siete oponentes eran muchos y suponía que estos irían dirigidos por otros netrunners (si bien alguno podría serlo disfrazado). Encendió la hoja incandescente de su mano y se preparó para recibir el primer ataque, por suerte esto no era la realidad y los programas sólo podían rastrear a una distancia relativamente corta. El primer programa atacó y Red golpeó con su filo a éste, que cayo convertido en un amasijo humeante de información descompuesta.
   Cuando el segundo se disponía a atacar una fuerza invisible lo empujó hacia un lado pero Red no pudo cantar victoria. En seguida notó como los demás programas, él incluído, empezaban a deslizarse hacia un punto de la habitación. Por supuesto que Red sabía hacia donde iban: la pequeña señal de luz brillaba más potente que un millar de soles juntos, tanto que el netrunner comenzó a sentir dolor físico en sus propios ojos, mucho más arriba, mucho más lejos de donde se encontraba en esos momentos. La luz estaba absorbiendo todo lo que había a su alrededor hacia si, pero ¿hacia dónde?. Red intentó sujetarse a lo primero que encontrara, pero no había donde hacerlo. Uno tras otro, los programas fueron abandonando el sistema por un agujero y Red podía ver como se desintegraban al atravesar el punto de luz. A él no podría pasarle lo mismo, no iba a pasarle.

La luz emitió un último pulso y desapareció. Silencio. El blanco entorno donde se encontraba permaneció imperturbable por un momento que pareció una eternidad. El netrunner se quedó quieto, sentado en el suelo perplejo por lo que había ocurrido y entonces todo se rompió. Cayó como una exhalación a través de los niveles inferiores del sistema informático, que se desmoronaba a su paso. Se estampó bruscamente contra el "suelo" mientras las cadenas de información caían como una lluvia de datos luminosos a su alrededor que se perdían al entrar en contacto con la superficie del ciberespacio. Miró hacia arriba un momento para ver que se encontraba fuera de la estructura de Gibbons y que parte de ella había sido desgarrada como si hubieran demolido parte de un edificio. Frente a él volvía a estar la muchacha, arrodillada en el suelo. Inmóvil; desvalida. Brilló un momento y desapareció. La ciberterminal le avisó de que le estaban rastreando una vez más. «Netwatchers, mejor será que me largue de aquí.» Desconectó la sesión y voló por encima de los edificios una vez más.

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