viernes, 6 de julio de 2012

Yo, Robot

A mi siempre me ha apasionado el tema Cyberpunk. Aunque no me vestiría como dicta la moda, siempre me ha parecido más interesante que, digamos un tema al azar, la estética de Vampiro (aunque todo hay que decirlo, tiene "cositas" molonas). Y es que, en realidad, la ciencia ficción es lo que realmente me ha llamado siempre. ¿Blade Runner? Un peliculón.

Entre mis juegos "de siempre" se encuentra Cyberpunk 2.0.2.0., un clásico entre los clásicos y con las reglas más ridículas y descompensadas que jamás haya jugado: viste a tu personaje con Metal Gear y sólo podrán echártelo a bajo si le disparan con un cañón. Sin embargo, siempre ha tenido un buen potencial y a mi me gusta darle un trasfondo a las partidas que yo mismo hago, aunque se quede en algo privado. Para una de las partidas que escribí y que nunca he hecho, realicé una pequeña "intro" narrada para motivarme un poco a la hora de jugar la partida.

La partida tiene su tiempo y en síntesis trataba el "espinoso" tema de la extraña relación entre algunos implantes cibernéticos tan de moda y una creciente (y alarmante) cantidad de personas que desarrollaban terribles poderes psiónicos - lo se, soy un genio. El título del relato no es que fuera muy original, pero ¡eh! ¿qué mas dará? Hala, aquí os lo dejo.

*  *  *

I - Lágrimas en la Lluvia


   «Caí durante una eternidad. Sólo recuerdo haber caído un tiempo infinito por esta realidad de neón e impulsos eléctricos. No es el ciberespacio, he estado allí antes y esto es distinto. Lo recuerdo todo. Decidí un día que no podía más, que nada me importaba y que no le importaba a nadie. Debía poner remedio a todo esto.   Decidí salir a lo grande de allí, no sin antes llevar a cabo mi última idea. Entré en las cuentas privadas y en las de la corporación de mi padre y las vacié: números de cuentas, información confidencial, todo lo que cayó en mis manos y cupiera en mi implante de memoria. Quizá a mi padre no le pareciera tan buena idea pero se lo merecía.
   Más tarde quedé con un amigo y le pedí "el mayor favor que pudiera pedirle a nadie". Necesitaba que él mismo diera el último paso por mí, necesitaba que me "desconectara" del mundo. Quedamos en una mugrienta habitación de hotel cercana a las Tierras de Nadie - la Zona de Combate, como la llamaban los románticos.También recuerdo que hicieron falta muchas dosis de sinte-coca y alcohol para reunir las fuerzas para hacerlo.   Pusimos la música a todo volumen, tan alto que notaba como vibraba todo mi cuerpo con cada nota. Todo fue como un ritual. Lentamente enchufé mis conectores al cibermódem mientras, con los ojos cerrados, marcaba el número de teléfono para iniciar la conexión.»

Slide down to the darkness,
your body lying down next to mine.
Toxic waste running through my veins 
chargin' me of adrenaline...


   «Mantuve el dedo sobre el botón de "Marcar" durante un momento mientras entonaba la letra de la canción. Mi amigo estaba a mi lado y sujetaba mi mano con firmeza. Su sudor y el mío nos delataban mutuamente pero pronto no iba a importar nada de eso. Subimos la música un poco más. Comenzaron a aporrear la puerta. Él me miró y yo le observe durante un instante mientras oprimía el botón. Todo pareció detenerse en un momento. La música sonaba distorsionada, lejana y me hacía flotar. Los golpes en la puerta no eran más que tenues toques cada vez más lejanos.
   Encendí la videocámara de la habitación. Mi amigo se incorporaba mientras me sujetaba la mano. Le vi arrancar el primer conector de mi brazo y noté un agudo dolor allí donde debería estar. Cuando se disponía a hacer lo mismo con mi conector de mi espina dorsal la puerta estalló y entraron ellos. No los conocía. Probablemente fueran los vecinos. Un golpe en el cuello y terminó todo. Mi amigo cayó inerte junto a mi. Mi conector... en su mano... duele... quiero gritar...»


   «Estática. Todo está negro. Ya no caigo. Levanto mis manos y puedo verme. Miro arriba y de repente lo veo. Luz incandescente blanca y viene hacia mi. Quiero moverme y no puedo...
   Un trueno lejano me despierta. La lluvia golpea en el cristal de la ventana de algún edificio de alguna ciudad. Es de noche y estoy a oscuras. Las luces de neón de algún cartel rojo brillan en el exterior del edificio. Veo la ciudad desde mi cama. Me levanto de la cama y me caigo. Observo mis extremidades, donde antes había músculos y carne ahora no hay más que unas tiras de piel pegadas a los huesos; me doy cuenta de que debo estar en algún hospital y que he tenido que pasar mucho tiempo en esa cama.
   La habitación huele a sudor rancio y snacks de patata. Alguien ha estado bebiendo algunas cervezas y ha dejado su chaqueta en una silla. Camino hasta la ventana y noto algo tira de mi. Es entonces cuando me doy cuenta de que estoy unida a una máquina desde mi espalda. Tiro una, dos, tres veces hasta que los cables y tubos se sueltan. Y miro por la ventana, veo como la lluvia crea un mosaico en el cristal sólo interrumpido por ríos de agua que corretean sin ningún patrón.
   Otro rayo y veo la ciudad abajo. Debo estar en el Centro Corporativo de Night City. Antes de que me pregunte por qué la puerta se abre de golpe. Un hombre corpulento entra en la habitación mientras parece que me grita aunque no le oigo. Señala la cama y me señala a mi. Observo las barras de la cama del hospital y veo unas esposas. Me miro las muñecas y veo las marcas. Él sigue gritando.
   Sigo sin hacerle caso y el tipo se pone nervioso. No parece gustarle lo que ve ya que corre donde dejó su chaqueta y saca una porra extensible. Viene a por mi con intención de dejarme inconsciente. Yo me llevo las manos a la cara y grito. No entiendo nada. Los cristales me rocían la espalda y los bajos de mi bata se enredan entre mis piernas. Levanto la cabeza y lo que veo me deja perpleja.
   El hombre que había entrado yace en el suelo. La mano que intenta agarrar de nuevo la porra tiembla espasmódicamente mientras se desangra por los oídos, la nariz, los ojos. Levanto la mirada y veo dos más que han entrado, debo haber armado demasiado jaleo. Estos vienen preparados y llevan pistolas. Me muevo hacia ellos y es entonces cuando disparan. Media docena de balas se estrellan a pocos centímetros de mi cara.
   Es entonces cuando veo su cañón humeante, la recámara de su arma, el siguiente proyectil a punto de ser disparado y entonces sucede. Su arma explosiona en la mano, arrancándosela de cuajo y les dejo ahí en el suelo retorciéndose de dolor.»

   «De nuevo esa sensación de estar cayendo y me encuentro en la calle. Estoy en un callejón mugriento de Night City. La ciudad brilla como un millar de estrellas tras el velo de la lluvia sucia, incesante. Me duele la cabeza. Ando como entre tinieblas, tambaleándome y tropezando con otras personas que me miran, incrédulas. No puedo más y me dejo vencer por el dolor agudo que me taladra las neuroconexiones. El mundo es un estallido de azul eléctrico y es entonces cuando veo su cara, como un holograma que me dice – ¿Eh, estás bien, chica?»

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