viernes, 28 de septiembre de 2012

La Habitación Vacía (I)

Mmmm... otro juego que siempre me gustó fue Mundo de Tinieblas. La ambientación gótica y todo eso, con sus vampiros, sus hombres lobos, con sus hadas... bueno, eso... Había una historia que a mi me pareció muy interesante, sobre todo porque fue una de las que me tocó traducir para el malogrado libro de Distrimagen "Lugares Misteriosos": La Habitación Vacía. 


I

   El sonido sordo de sus pies al subir a toda prisa por las escaleras enmoquetada con los oídos taponados por el esfuerzo al correr por las escaleras hacia arriba y la respiración agitada por el cansancio convertía en algo lejano los gritos de su padre que, borracho, tropezaba con los escalones mientras agitaba el puño en alto, amenazándoles con darle una paliza. Rápidamente llegaron hasta el ático de la casa y la puerta, que a fuerza de falta de uso gimió mientras la abría y cerraban tras de sí. El sonido amortiguado de las maldiciones de su padre hacía parecer que el peligro estaba lejos, pero sabían que no podía tardar mucho antes de que su padre los encontrara allá arriba. El ático estaba repleto de viejos muebles y herramientas, arcones con ropa de otras temporadas y recuerdos de la infancia de sus padres. La luz entraba a través de dos claraboyas del tejado y hacía visible las nubes de polvo que revoloteaban a medida que andaban por la habitación.
   - No hay salida aquí.
   - Calla, ya se nos ocurrirá algo.
   - ¡No debimos entrar aquí, padre nos encontrará y nos pegará una buena tunda, como la otra vez, Kate!
   - ¡Chsst...! Relájate y busca algún sitio donde meternos.
   Buscaron entre los cajones y arcones, detrás de los muebles y bajo las mantas y fundas sin ninguna suerte. Los pasos de su padre, lentos y torpes se oían a través del suelo de madera dirigiéndose hacia las escaleras. No quedaba apenas tiempo antes de que entrara al ático. Y allí estaba.
   - Mira Kate, ¡por ahí!
   - ¿Una puerta, eso estaba allí todo este tiempo?
   - ¡Vamos adentro Kate!
   Rápidamente, sin pensárselo más, abrieron la puerta y entraron por ella. Cerrándola tras de si y, aún con la respiración agitada y entrecortada se pararon a escuchar atentamente cómo su padre entró en el ático y, avanzando torpemente entre los muebles susurraba, casi para sí «Salid de donde os escondáis malditos bastardos». Aterrorizados por lo que les esperaba no movieron un músculo temiendo a cada segundo lo que les esperaba. Su padre deambulaba por la habitación de al lado, buscando infructuosamente a los dos niños mientras Kate y Óscar, a oscura, deseaban que su padre se fuera. Pero ese momento nunca llegó. Su padre se marchó entre maldiciones, sin comprender qué ocurría allí y por qué no encontraba a sus hijos.
   Kate y Óscar tardaron aún un rato en salir, incrédulos por lo que había pasado. Abandonaron la habitación a oscuras y se adentraron de nuevo en el ático, con la mortecina luz del atardecer. Aún tardaron  un rato más antes de dejar el ático y bajar por las escaleras. Allá vieron, durmiendo en su cama, a su padre que había caído inconsciente finalmente mientras abrazaba a una botella. Se observaron un instante, como si supieran que hacer y regresaron al ático donde habían encontrado la habitación. En esta ocasión encendieron la luz y la vieron más atentamente: una habitación abuhardillada, de paredes y techo totalmente blancos, de suelo de listones de madera y una única bombilla como toda fuente de luz que en su extremo más alejado de la puerta, apenas había una separación entre suelo y techo de unos pocos centímetros. Estuvieron jugando el resto de la tarde y, cuando salieron de la habitación, su madre ya había llegado a casa y pudieron pasar el resto de la velada en paz.
   Fueron pasando los días y luego, semana tras semana, mes a mes, los dos hermanos pudieron encontrar lo que parecía ser un escondite perfecto. Pasaban horas en la habitación y, cuando necesitaban esconderse de su padre, permanecían en ella el tiempo que fuera necesario hasta que, llegado un día, cuando lo inevitable pasó. Su padre falleció, años más tarde les contarían que lo encontraron ahogado en su propio vómito a causa de una enorme borrachera. Tan sólo quedaron su madre y ellos, una familia feliz.
   Y la habitación quedó en el olvido.


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